martes, 14 de abril de 2009

López Rodríguez y su extraña defensa de la vida


SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez ha marcado a fuego a la Iglesia Católica dominicana. Enérgico, sin pelos en la lengua, no ha dejado títere con cabeza, no por lo menos aquellos que lo desagradan.

Con frecuencia contradiciendo la imagen de sentido común que la gente tiene del cristiano, el Cardenal ha pronunciado juicios que en tiempos en los que la tolerancia es bandera, suelen poner los pelos de punta a quienes temen la aceleración de regresiones, obvias ya en más de un plano de la vida social, política y económica dominicana.

Por ejemplo, mientras el mundo sensato condena los fundamentalismos de toda laya y procedencia, López Rodríguez se regodea en ellos prevalecido en la autoridad de su mitra. Saltándose los esfuerzos por hacer racional y fundamentada en las leyes la lucha contra la delincuencia que perturba la paz ciudadana, él ha abogado por aplicar la bíblica ley del talión.

En esa línea, el 16 de febrero de 2008 exhortó a la Policía a no tener “contemplaciones piadosas” con los delincuentes, amparado en el criterio de que los derechos de las víctimas no deben subordinarse a los de los victimarios.

“(…) si la gente que anda ejerciendo delincuencia no entiende eso, bueno, entonces habrá que enfrentarlos con sus mismos métodos” dijo en alusión a las ejecuciones estrajudiciales que habían ocurrido en días cercanos al de sus declaraciones.

“Porque ellos no tienen más derechos humanos que las víctimas; el delincuente que mata no tiene más derecho humano que su víctima”, reiteró para dejar sentdo que si el delincuente mata no hay por qué preservarle el derecho a la vida.

Coherente, se opuso también al desarme de la población civil con el que Franklin Almeyda, secretario de Interior y Policía, amagó y no dio en noviembre del año pasado.

“No es el momento adecuado para una campaña de este tipo. Si las autoridades no tienen todavía la capacidad para dar una respuesta adecuada, en ese caso el derecho a la legítima defensa nadie lo puede discutir”, afirmó López Rodríguez el 28 de noviembre, reivindicando nuevamente el derecho a matar de los agredidos por la delincuencia, sean policías o particulares.

El 26 de febrero, en plena Cuaresma, el Cardenal insistió en la necesidad de actuar sin “condescendencia” con los malhechores que tienen al país de “mojiganga” haciendo cuantas tropelías les venga en ganas.

Declaraciones de este tenor pueden citarse muchas, porque López Rodríguez no se anda con paños tibios. Contrastan estas declaraciones, sin embargo, con las también tremendistas ofrecidas este Domingo de Pascuas en defensa ardorosa de la vida del cigoto o feto.

El Cardenal, que no se ruboriza de su estímulo a la Policía a matar “delincuentes” y que reclama como un derecho de los civiles el hacer justicia con sus propias manos, tilda de “carniceros” y “criminales” a los médicos que privilegian la vida de la madre cuando el producto de la gestación la pone en peligro.

“Nunca jamás cederé un ápice en este punto, pues para mi es una perversión, una iniquidad, es un crimen absolutamente injustificable”, dijo el prelado para quien, al parecer, hay vidas que no merecen ser medidas con la misma vara, entre ellas las 500 de presuntos delincuentes que se han perdido en “enfrentamientos” con policías.

Margarita Cordero

http://www.7dias.com.do/app/article.aspx?id=48965

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