viernes, 25 de septiembre de 2009

Vidas sin valor

Escrito por: Narciso Isa Conde (narsoisa@gmail.com)
19 Septiembre 2009, 8:47 PM
Como era de esperarse se aprobó en la Asamblea Revisora de la Constitución el tristemente celebre articulo 30 que dice asumir la defensa de la vida “desde la concepción hasta la muerte”.



De un organismo arropado por la corrupción, lleno de miedo, politiquería y clientelismo, mediocre al extremo y pusilánime hasta la saciedad, no podía esperarse otra cosa. Allí estaban dadas todas las condiciones para producir esa votación bochornosa. No hay nada que lamentar ni razones para deprimirnos. Ahora creció el desprecio a su maldad. Consagraron la muerte de adolescentes y mujeres adultas con embarazos de alto riesgo de muerte.



Criminalizaron la interrupción del embarazo en casos de violación e incesto.



Condenaron al sufrimiento de por vida a las madres embarazadas de criaturas subnormales y a su entorno familiar.



Le negaron a la mujer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo y su propia vida, dándole rango de persona humana al embrión y al cigoto.



Penalizaron la investigación con óvulos fecundados y los avances de creación de vida fuera del vientre materno.



Atropellaron los avances de la ciencia.



Impregnaron ese texto de fundamentalismo religioso.



Triunfó el Opus Dei, y no sólo en ese artículo. El autodenominado presidente de la modernidad, la post-modernidad y el progreso, auspició una Constitución inspirada en el conservadurismo español y el neoliberalismo anglosajón; pactó con la cúpula corrompida del PRD y desplegó el proceso a plena conciencia de que la mafia congresual se subordinaría al acuerdo del cohollo bipartidista PLD-PRD.



Están avanzando, a papeletazos sucios, a politiquería al cubo, hacia la confección de la constitución más ignominiosa e ilegítima de la historia dominicana.



Con la aprobación en segunda lectura de ese monstruoso artículo de esa mostrenca Constitución, le dieron rango sustantivo a la prohibición del aborto terapéutico.



Esto equivale a más muertes maternas, a más abortos ilegales, al encarecimiento de los procedimientos médicos de interrupción del embarazo, a profundizar por razones sociales las diferencias en el acceso a esos procedimientos, a provocar mayores pérdidas de vidas en los embarazos de mujeres pobres y a estimular la violación a la Constitución por las élites adineradas.



¿Que hacer? ¿Apalastrarnos? No. Rebelarnos? Sí. El problema clave es como hacerlo desconociendo lo espuriamente aprobado y superando alternativamente su ilegitimidad. Pero de esto hay que hablar mucho más.

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