martes, 12 de mayo de 2009

Lógica eclesiástica de doble moral

Por Susi Pola

SANTIAGO.- Desde hace algo más de 20 años, la feligresía católica del mundo rompió el doloroso silencio en grupos de víctimas sobrevivientes de abuso sexual por parte de sacerdotes consagrados, incluyendo religiosas violadas, señalando a la iglesia de Roma como la generadora de crímenes sexuales que incluyen la pedofilia.

El escándalo generado impactó negativamente a toda la institución universal, enfrentada algunas veces a procesos judiciales y siempre al estupor de sus fieles y del resto de la humanidad. Probablemente en esta etapa de la iglesia, lo más doloroso para la feligresía ha sido descubrir que la lógica eclesiástica de la doble moral en esa institución un valor mantenido desde los más remotos tiempos del medioevo.

Sin embargo, el milenario éxito de la iglesia, sostenido desde la sombra de sus propias mentiras y consolidado en su asociación con el poder político, ha comenzado a resquebrajarse en la cúpula que sagazmente, abre una etapa de solicitud de perdón por crímenes cometidos desde hace cientos de años, mientras se mantiene pecadora.

En nuestro país, debido a la reforma de Constitución, la iglesia católica local reforzó sus poderes fácticos en alianza con el pensamiento político más atrasado, incluyendo amenazas reforzadas con las críticas papales sobre la “corrupción administrativa” del gobierno de turno, en un hecho sin precedentes para una institución eclesial que no acostumbra a criticar ni a los más grandes predadores sociales, mientras estos cumplan con el sostenimiento económico de la lujosa jerarquía eclesial que sufrimos.

Sin embargo, pareciera que Dios (o la Diosa) no quiere que haya malas interpretaciones en contra de la mayoría de la feligresía católica y ha permitido que en la región del mundo en que vivimos, se ventilen los acontecimientos precisos que demuestran la doble moral que existe en el ejercicio sacerdotal de la jerarquía romana.

La referencia es a tres eventos que implican a obispos y sacerdotes latinoamericanos y que se refieren a los derechos sexuales y reproductivos. La primera, es la polémica excomunión ejecutada por el arzobispo de Recife, José Cardoso Sobrinho, contra el equipo médico y la madre de una niña de 9 años, violada y embarazada por un adulto, por realizarle un aborto. Un suceso criticado por el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, el arzobispo Rino Fisichella, quien en un artículo de opinión, publicado en el diario Osservatore Romano, criticó la decisión argumentando que, "antes de pensar en una excomunión era necesario y urgente salvaguardar la vida inocente de la niña para llevarla a un nivel de humanidad del que los hombres de Iglesia deberían ser los expertos y los maestros". El segundo incidente, fue protagonizado por el actual presidente de Paraguay, Fernando Armindo Lugo Méndez, ex obispo, a quien se le reclama y reconoce la paternidad de tres hijos, egendrados en su tiempo de ejercicio sacerdotal como obispo. Y el tercero es la polémica desatada por la difusión de varias fotografías del sacerdote cubano puertorriqueño de los medios en Miami, con poca ropa y en posiciones amorosas con una mujer en la playa, cuya defensa ha sido decir que “no se arrepiente de amar” y que “debajo de esta sotana, hay un hombre”.

Todo esto se agrega a la revolución medio tapada pero pública, que existe en la iglesia católica mundial, en contra de la política de la doble moral que enfrenta a la jerarquía corrupta y enviciada, contra una feligresía de personas consagradas y laicas, más auténtica, decepcionada por tener que mantener en su creencia a mediadores corrompidos por el poder y la mentira. Una feligresía que en cantidad considerable se está alejando de la iglesia de Roma de manera formal y renunciando públicamente a su bautismo.

La penalización total que pide la jerarquía eclesial dominicana en alianza con la contumaz ultra derecha, es otra muestra del dicotómico ejercicio de “tapar el sol con un dedo”, mientras se manipula con discursos, se intercambian ofrendas de todo tipo y se arremete con amenazas no siempre espirituales, contra la solicitud de la despenalización parcial de aborto, como propuesta.
Lo mejor de todo, es que el pueblo dominicano a través de sus manifestaciones, está participando activamente contra esas manipulaciones y no somos sólo las mujeres las que defendemos nuestros propios derechos, es cada vez más numerosa la ciudadanía que reconoce el reduccionismo religioso que nos amenaza.

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