martes, 12 de mayo de 2009

De Hombre a Hombre

Por: Haroldo Dilla Alfonso
28 de Octubre del 2007

De hombre a hombre

El asunto del derecho de las mujeres dominicanas al aborto en condiciones específicas ha conmovido a esta sociedad.

Se ha escuchado de todo, desde juicios sosegados y convincentes hasta alaridos histéricos en nombre de una fe definida por jerarquías que hace mucho tiempo dejaron de compartir con los pobres –hombres y mujeres- las rigurosidades de esa vida que Cristo quiso cambiar. Y lo que es aun más grave, de una supuesta fe que pretende imponerse como ideología totalitaria por encima de los derechos de los ciudadanos y las ciudadanas.

En lo personal soy absolutamente partidario del derecho de las mujeres a controlar sus cuerpos y creo que es una lástima que la sociedad dominicana haya avanzado tan poco en ese tema. Sobre todo cuando a pesar de la fuerte campaña que se ha librado en contra del aborto, la mitad de la población parece estar interesada en que se consagre ese derecho para todas. Y digo todas, pues como es conocido en cualquier lugar en que el aborto esté prohibido, este ha seguido existiendo sea en clínicas sofisticadas –a donde concurren las chicas de clases medias y altas- o donde sea posible para las mujeres de clases populares, una parte significativa de las cuales muere en el intento.

No creo que esta hipocresía sea diferente en República Dominicana.

Pero no es sobre esto que quiero escribir, pues algunas personas lo han hecho con una maestría envidiable. Lo que quiero hacer es una apelación ética, para decirlo de manera diáfana, de hombre a hombre.

Hace unos días venía avanzando por la Lincoln hacia el sur, y en la esquina con la Bolívar encontré tres hombres apostados con sendas banderas negras. Inicialmente pensé que las banderas anunciaban algún insecticida, pero se trataba de un plantón masculino contra el aborto.

Eran dos jóvenes blanquitos, muy blanquitos, regordetes y un papá adusto que evidentemente capitaneaba a la militante célula familiar. Vestían bien –como para la ocasión- y se veían muy bien alimentados.

Como hombre sentí vergüenza de que algunos congéneres pudieran sentirse realizados exigiendo a las mujeres más renuncias a sus derechos básicos, más que los que el régimen patriarcal les ha impuesto por siglos.

Me parece vulgar, además, que lo hagan rubicundos miembros de la clase media, cuando las principales víctimas de sus peticiones serán las mujeres pobres.

Es terrible que todo esto sea capitaneado por instituciones que siguen reservando a las mujeres funciones de mucamas. Y que esto se haga, como me decía uno de los chicos rubicundos, por razones de fe.

Quisiera ser amigo de los chicos rubicundos y del papá adusto, y conversar con ellos sobre lo que significa nuestra especificidad de género, la masculinidad, y que morimos antes que las mujeres precisamente porque no hemos logrado superar nuestra caduca cosmovisión patriarcal.

Ser amigos de ellos y simplemente decirles que debemos apoyar el derecho de las mujeres para poder realizarnos nosotros mismos. Y si no somos capaces, si no estamos a la altura de esa decisión, al menos callarnos.

Solo eso, y recordarles que los asuntos de fe se dirimen como tales, en ámbitos privados, y no como expresiones de políticas y códigos penales.

De hombre a hombre.

Haroldo Dilla Alfonso

No hay comentarios:

Publicar un comentario